Hace tiempo escribí un artículo en el que hablo sobre la distribución de música en redes sociales. Por fin parece haber terminado la guerra del volumen! (pensé para mis adentros). Como aún tenia algunas dudas al respecto seguí investigando sobre el volumen en la distribución de audio.
Estuve escuchando mucha música en las redes, además de analizarla con la ayuda del «Youlean meter» y el «Vumeter de James Chapman» y pude notar que lo que indica la teoría no siempre se cumple en la práctica.
Al subir música a una red social (por ejemplo spotify), se pide que la misma tenga sonoridad de -14 LUFS integrados. Si una canción suena mas fuerte, el reproductor que usemos aplica algo llamado Replaygain, bajando el volumen. De esta forma lo que que sonaba muy fuerte, a veces termina sonando mas bajo que otros masters.
Pero algunos masters están a bastante más volumen de los -14 LUFS y sin embargo suenan bien. Mantienen la dinámica original y con buena sonoridad.
Entonces que hacemos, usamos los números de referencia?
En el presente artículo quiero hacer notar por qué la forma de trabajar actualmente en la producción de audio, no es tan distinta a la época del vinilo.
Tecnología y sonoridad
Los sentidos son la forma en la que se conecta nuestra mente, nuestra psiquis, con el mundo que nos rodea. En cierto modo, crean el mundo en el que vivimos, por lo menos para nuestra percepción.
La audición es un sentido que nos conecta con el entorno y que se adapta a las circunstancias de una manera totalmente dinámica.
En la era de los vinilos el volumen y ecualización en general estaban limitados por una serie de condicionamientos técnicos y de fabricación. Así que el volumen de escucha se ajustaba manualmente según las circunstancias. Todos los discos tenían forzosamente un volumen que dependía entonces de la fabricación.
En el final de la era analógica del audio apareció el caset y con este, la capacidad de grabar compilaciones con diferentes músicas. El volumen, se podía ajustar en cada pieza musical para que la compilación sonara bien, con una sonoridad equilibrada.
Después llegó la era digital y desapareció la necesidad de controlar agudos y graves debido a limitaciones de fabricación. Como consecuencia, a veces se ha hace un uso excesivo de frecuencias graves y agudas, simplemente porque se podía.
También se podía subir el volumen de una grabación, con el consiguiente y conocido problema de la falta de dinámica, como consecuencia de las técnicas de sobrecompresión usadas para sonar más fuerte que nadie.
En la actualidad, el volumen dejó de ser importante. Esto se debe a que cada red de distribución de música cuenta con herramientas que nivelan la sonoridad de cada canción, o álbum para disfrutar de una escucha agradable.
Los que trabajamos en cualquier campo de la producción musical, podemos centrarnos ahora en aspectos artísticos y estéticos de la música.
Debemos entonces repensar algunas costumbres que parecen innecesarias y tal vez recuperar otras que son de gran importancia musical.
La estética del sonido
Por primera vez en la historia de la industria de la grabación, podemos elegir cómo queremos que suene nuestra música, sin condicionamientos técnicos.
Lograr esto es realmente sencillo y no hace falta ningún plugin.
Lo más importante después de componer una canción es hacer los arreglos musicales para que todo suene en armonía. Más tarde y en el entorno de la producción musical, nos ocupamos de la grabación, la mezcla y finalmente el mastering.
Es muy importante que el flujo de trabajo sea en ese orden, pues en mi experiencia es como se consigue el mejor resultado. Los aciertos suman, los errores restan. Es mentira esa frase, «da igual, lo arreglamos en …….». Lo que está mal hecho solo se arregla haciéndolo mejor.
En la actualidad cualquiera tiene los medios para poder trabajar profesionalmente, incluso desde su propio entorno. Un arreglo se puede reescribir, también una letra, un ritmo, cambiar la tonalidad, la vuelta de acordes o cualquier cosa que sea necesaria para que la música suene como queremos. Primero desde la composición y después desde la producción de audio.
Una canción es como una novela. La escribes o la grabas pensando en tu historia. El que la lee entiende su historia y a veces las dos historias interactúan.
Ya no es necesario (para mí nunca lo fue) sonar a un determinado volumen. Es mejor y más divertido provocar sensaciones al jugar con la música. Play music.
La importancia del arreglo musical en el volumen y la sonoridad
La sonoridad es la sensación sonora de intensidad del sonido. Por lo tanto es una medida subjetiva percibida por el cerebro al recibir impulsos eléctricos a través del oído.
A lo largo del tiempo ha sido necesario equilibrar el sonido de las distintas grabaciones. El primer ámbito donde se hizo fue en la radio.
Se necesita potencia para transmitir y se deben proteger los equipos de amplificación del volumen excesivo. Es por esto que en las emisoras usan limitadores antes de las etapas finales de transmisión. La música puede sonar raro momentáneamente. Pero la transmisión sigue al aire, sin que nada se rompa.
A veces se hacen mezclas para difusión radial. las mismas son previamente masterizadas para que suenen mejor al aire cuando la música se procesa con semejante nivel de compresión.
Si bien la difusión en redes sociales tiene características diferentes a las de la radio, hay algunas técnicas que ayudan en casi cualquier situación. De esa forma no hay que hacer mezclas o mastering particulares para cada entorno.
El «secreto» para que una canción suene estupendamente, como dijimos previamente, es el arreglo musical.
Requiere de mucho trabajo y dedicación, pero los resultados se disfrutan en el ensayo, los shows y por supuesto, en la grabación.
Un tema bien arreglado suena excelente en cualquier lugar. De esta forma todo el trabajo posterior es para sumar y no para disimular errores.
Mezcla de audio y distribución de música
Estas son algunas ideas útiles a la hora de realizar nuestra mezcla de audio con dinámica.
Desde el aspecto puramente técnico, se deben cuidar extremadamente la ecualización y la compresión de canales que contengan frecuencias graves.
Los graves son los sonidos que más energía electroacústica utilizan. La franja de los sub graves (menos de 100 hz) es la que mayores problemas puede generar. También es la más difícil de apreciar.
Es esencial por lo tanto, eliminar o controlar especialmente las frecuencias muy graves. Se puede usar para eso un ecualizador tipo filtro para la mayoría de canales y un compresor común o multibanda en los canales que lo necesiten.
Los agudos son el lado estrepitoso del sonido. Comparten con los graves la característica de que no se aprecian en algunas situaciones.
Por otro lado la franja de super-agudos no resulta muy natural. Yo personalmente, la suavizo con ecualización, ya que hay algunos agudos que le quitan atención a otras partes de la mezcla, aunque estén a poco volumen.
La franja media de frecuencias es la que va a ser reproducida en mayor cantidad de situaciones. Esto le otorga una cierta estabilidad sonora, siendo la franja de ecualización que mejor se va a apreciar en cualquier equipo.
Por eso es conveniente chekear nuestros trabajos en todo tipo de altavoces, incluyendo sobre todo los pequeños sistemas monoaurales portátiles, cuyo audio carece de graves y agudos de la gama mas extrema.
Volumen en la distribución de audio
Parece que la solución para muchas cosas en la producción de audio está en un botón, un plugin o alguna clase de truco misterioso, que hace que todo suene fantástico.
En este caso parece que la solución es un número pero yo creo que para la producción de música actualmente, el secreto es el de siempre. Prestar atención y trabajar hasta nos guste que lo que suene.
El mundo en el que vivimos se ha ido convirtiendo en algo muy visual. La música, sin embargo se percibe por los oídos y a mi entender es una sensación que conmueve el alma.
Muchos sonidos en la franja inferior a 35 Hz, causan confusión. Además hacen que los medidores marquen cifras más altas de volumen o sonoridad, innecesariamente. Hay que cuidarlos extremadamente en el mastering, usando un compresor multibanda por ejemplo.
Por otro lado tenemos que ser meticulosos en la selección de los micrófonos y técnicas de captación con las que registramos los instrumentos.
Hay que saber utilizar la variedad de micrófonos disponibles hoy en el mercado.
Algunos se habían dejado de usar por problemas técnicos en la era analógica. Hoy se han convertido en grandes aliados a la hora de captar ambientes acústicos variados, eficientes y de esta forma incrementar la sonoridad de nuestra música.
A modo de ejemplo me refiero a los micrófonos dinámicos, los de cinta, los valvulares, etc. En general cualquier aparato que añada distorsión armónica tan necesaria en el entorno de la grabación digital.
Números y sistemas de medición (LUFS)
Hoy escuchamos hablar de cifras, números mágicos, dbs, -14 para una red, – 16 para otra, en algunas publicaciones incluso leí -9 dbs, pero existe una gran confusión con los números y mediciones de la sonoridad. Hay medidas RMS, de pico, LUFS e innumerables variaciones, de estas.
Es muy importante entender bien el tipo de música con el que estamos trabajando y aprender sobre la herramienta con la que vamos a medir, para evitar confusiones.
Podéis encontrar información sobre LUFS en el artículo «Guia para el mástering de audio 2 (LUFS)«
Usando un medidor LUFS, mi preferencia en cuanto a sonoridad esta entre -12 y -14 LUFS Integrados.
De esta forma cada plataforma hará un pequeño ajuste, pero este no será drástico. Si subimos un master que esta en -6 LUFS o dbs la plataforma lo ajustará a su norma pero seguramente terminará sonando más bajito que la media.
Otro aspecto a tener en cuenta es el estilo de la música. La música Pop normalmente tiene gran sonoridad y poca dinámica. El jazz por ejemplo tiene mayor dinámica. La interpretada con instrumentos acústicos y el folclore tienden a sonar dinámicas también. La música clásica, por otro lado es la que tiene mayor dinámica de todas.
De todos modos nunca hay que olvidar, que lo principal en las obras musicales es la letra (si tiene), la música y los arreglos. Mientras cuidemos estos tres aspectos de la obra musical, sea esta del genero que sea, no habrá problema de ajustar después los números y se podrá difundir la composición por donde queramos.
En mi opinión, la mejor herramienta para lograrlo es el oído. Se pueden usar medidores para ayudarnos y darnos referencias pero no debemos olvidar que lo principal en todo esto es que lo que suene, consiga emocionarnos.
En el mastering hay que encargarse de que esto se pueda apreciar en cualquier situación, en cualquier equipo.